¡Escúchame, Señor!
Gracias te doy, oh Dios incomparable,
por tu Santa palabra inmaculada,
en la cual me alumbró la llamarada
del fuego doctrinal del Admirable.
Salióme al paso en mi
senda obscura
con todo su esplendor y su clemencia,
siendo mi Salvador por excelencia
al hacerme una nueva criatura.
Por eso en la hora sacrosanta
que sube mi oración Tu Trono,
recibe mi alabanza en el tono
que mi alma gozosa a Ti canta.
Hoy, al llegar la fecha señalada
en que cumplo, Señor, estos mis años
olvidando los negros desengaños,
vivo en la paz de tu bondad sagrada.
Así,
pues, apoyado en el glorioso
cayado del Mesías, del Ungido,
te diré con acento redimido
¡que sólo en Jesucristo soy dichoso!
Manuel Pérez del Busto
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Adoración
Nunca se eleva el hombre a más altura
Que cuando a Dios adora reverente,
Porque el culto en espíritu ferviente
Une al gran Creador con la criatura.
¡Qué grande privilegio! ¡Qué gran ventura!
Hallar a Dios como en copiosa fuente,
El bien que busca con afán ardiente
El hombre en este valle de amargura.
El culto es el aroma
desprendido
De las flores de amor, fe y esperanza,
Que en el humano espíritu han nacido.
Y
bendición tras bendición alcanza
Quién presta a Dios con corazón rendido
Tributo de obediencia y alabanza.
Carlos Araujo Carretero
(1856-1925)
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SONETO A CRISTO CRUCIFICADO
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por ello de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido.
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
(Anónimo)
MUERE LA VIDA
Muere la Vida y vivo yo sin vida
ofendido
la vida de mi muerte;
sangre divina de las venas vierte
y mi diamante su dureza olvida.
Está la majestad de Dios tendida
en
una dura cruz, y yo de suerte
que soy de sus dolores
el más fuerte
y de su cuerpo la herida
¡Oh duro corazón de mármol frio!
¿Tiene tu Dios abierto
el lado izquierdo
y no te vuelves un copioso rio?
Morir por él será divino acuerdo;
más eres tú mi vida,
Cristo mío,
y como no la tengo, no la pierdo.
(Félix Lope de Vega y Carpio
1562-1635)