El beneficio de la Palabra para el hombre pecador
"¿En qué consiste pues el beneficiarse verdaderamente de la Palabra? ¿No nos da 2ª Timoteo 3:16,17 una respuesta clara a esta pregunta? Leemos allí; “ Toda escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado para toda buena obra.”. . .
Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le redargüye o convence de pecado. Esta es su primera misión: revelar nuestra corrupción, exponer nuestra bajeza, hacer notoria nuestra maldad. La vida moral de un hombre puede ser irreprochable, sus tratos con los demás impecables, pero cuando el Espíritu Santo aplica la Palabra a su corazón y a su conciencia, abriendo sus ojos cegados por el pecado para ver su relación y actitud hacia Dios exclama: “¡Ay de mí, que estoy muerto!” Es así que toda alma verdaderamente salvada es llevada a comprender su necesidad de Cristo. “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Lucas 5:31). Sin embargo no es hasta que el Espíritu aplica la Palabra con poder divino que el individuo comprende y siente que está enfermo, enfermo de muerte.
Esta convicción que le hace comprender que la destrucción que el pecado ha realizado en la constitución humana, no se restringe a la experiencia inicial que precede inmediatamente a la conversión. Cada vez que Dios bendice su Palabra en mi corazón, me hace sentir cuán lejos estoy, cuán corto me quedo del standard que ha sido puesto delante de mí: “Sed santos en toda vuestra manera de vivir” (1ª Pedro 1:15). Aquí, pues, se aplica la primera prueba: Cuando leo sobre la vida perfecta y bendita de Cristo, ¿no me hace reconocer cuán lamentablemente soy distinto de Él?
Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Biblia le hace sentir triste por su pecado. Del oyente como el terreno pedregoso se nos dice que “oye la palabra y al momento la recibe con gozo, pero no tiene raíz en sí mismo” (Mateo 13:20,21); pero de aquellos que fueron convictos de pecado bajo la predicción de Pedro se nos dice que “se compungieron de corazón” (Hechos 2:37).
El mismo contraste existe hoy. Muchos escuchan un sermón florido, o un mensaje sobre “la verdad dispensacional” que despliega poderes de oratoria o exhibe la habilidad intelectual del predicador, pero que, en general , contiene poco material aplicable a escudriñar la conciencia. Se recibe con aprobación, pero la conciencia no es humillada delante de Dios o llevada a una comunión más íntima con Él por medio del mensaje. Pero cuando un fiel siervo de Dios (que por la gracia no está procurando adquirir reputación por su “brillantez”) hace que la enseñanza de la Escritura refleje sobre el carácter y la conducta, exponiendo los tristes fallos de incluso los mejores en el pueblo de Dios, y aunque muchos oyentes desprecien al que da el mensaje, el que es verdaderamente regenerado estará agradecido por el mensaje que le hace gemir delante de Dios y exclamar: “Miserable hombre de mí”. Lo mismo ocurre en la lectura privada de la Palabra. Cuando el Espíritu Santo la aplica de tal manera que me hace ver y sentir la corrupción interna es cuando soy realmente bendecido.
(De "Los beneficios de la lectura de la Biblia", de A. W. Pink)