LA IGLESIA EN MEDIO DEL DESIERTO
Por Robert M. MacCheyne
"¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado? Debajo de un manzano te desperté; allí tuvo tu madre dolores, allí tuvo dolores la que te dio a
luz. Ponme como un sello sobre tu corazón, como
una marca sobre tu brazo; porque fuerte es como la muerte el amor; duro como el sepulcro los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama. Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni
lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían" (Cantar de los
Cantares 8:5-7).
Este texto nos lleva a la misma presencia del Redentor y de un alma creyente, y nos
permite escuchar su conversación.
I. LA POSICIÓN DE LA IGLESIA
1. En el desierto. Para un hijo de Dios este mundo es un desierto.
Primeramente, por todo lo que en él se halla. No hay aquí, en la tierra, nada permanente; el dinero parece escapársenos, los amigos mueren. Todo, todo es como la hierba, y si algunas
cosas son más bonitas o tienen mayor atractivo que otras, sin embargo, son solamente como la flor de la hierba, algo más ornamentadas, pero destinadas a pasarse muy pronto. Casi
siempre el consuelo de este mundo es semejante a la calabaza de Jonás: crece sobre su cabeza ofreciéndole su sombra para librarle de sus aflicciones. Así Jonás tuvo mucho contentamiento
con su calabaza. Pero Dios preparó un gusano y cuando el sol salió al día siguiente secó la calabaza (Jonás 4:6-8). Del mismo modo muchos consuelos y
alegrías humanos crecen sobre nuestras cabezas dándonos su sombra y nos gozamos con nuestra calabaza; pero Dios prepara un gusano que la seca, y perecen tales consuelos. Aquí no tenemos
ciudad permanente, buscamos la por venir (Hebreos 13:14). Este mundo nos es un desierto. Un cristiano experimentado mira todas las cosas de aquí como
cosas perecederas, "pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (2ª Corintios
4:18). En segundo lugar, porque todo aquí se halla manchado por el pecado. Aún la naturaleza misma (bosques, campos, ríos, etc.) está manchada por el pecado. Los cardos y las
espinas nos hablan de una tierra maldecida. Sobre todo vemos esto cuando miramos a las innumerables multitudes de impíos: "Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el
maligno" (1ª Juan 5:19). El mundo no conoce al cristiano y no le ama. Aunque vosotros, cristianos, améis a los demás y estéis dispuestos a
ofrecer vuestros cuerpos para que ellos pasen por encima de vosotros a la gloria y a la salvación, aun así ellos no oirán. Y, sobre todo, el pecado que anida en nuestro mismo corazón nos
agobia y hace caer bajo su pesada carga haciéndonos sentir que este mundo realmente es un valle de lágrimas. ¡Ah! menospreciadores, si no tuviésemos cuerpo de pecado, ¡qué dulce esperanza
y qué gloriosa experiencia la nuestra! Cantaríamos como lo hacen los pájaros en primavera.
2. Saliendo de él. Los inconversos andan por el desierto y
en él perecerán. En cambio, todo cristiano está saliendo de él. Los días de reposo, los domingos, son como los pilones indicadores que señalan el camino, o más bien son los pozos
a que acostumbramos a acudir cada tarde. Todo verdadero creyente progresa. Si la oveja está sobre la espalda del pastor, siempre se dirige hacia el redil. 'Con alguna oveja
el pastor habrá de dar numerosos pasos. Queridos cristianos, debéis estar avanzando siempre, acercándoos más a Canaán, y madurando más para la gloria.
En el Sur de Rusia el país tiene numerosas planicies, formadas de estepas escalonadas. Queridos amigos, debéis
alcanzar una más alta posición; debéis dar un paso más cada día y subir un peldaño más en el día del Señor.
Durante un viaje nunca se os ha ocurrido construiros una casa en un
desierto. Así, queridos amigos no debéis haceros un lugar de descanso aquí; estamos de. viaje. Por el contrario, todos vuestros bienes debéis llevarlos en el
viaje.
3. Recostada sobre su amado. Es notable observar que no hay
aquí nadie más, en todo el desierto, sino sólo la esposa y su amado. La esposa no aparece apoyándose sobre Él con un brazo solamente y yendo distraída, y por su cuenta con el
resto de su cuerpo, sino recostándose sobre Él toda ella (Cantares 8:5). Así sucede con el alma que
ha sido enseñada por Dios; se siente sola con Cristo en este mundo. Ella deja caer todo su peso, está recostada sobre su Esposo. Cuando una persona ha
sido salvada de la ira, se deja caer sobre Cristo, reposa totalmente sobre su libertador. Cuando una oveja perdida ha sido hallada, Él la pone sobre sus hombros. Debieras
alegrarte de poder recostarte totalmente sobre Él, y así dejar caer todo tu peso sobre Cristo. Pon la carga de todo lo temporal sobre Él. Descarga todo
el cuidado de tu alma sobre Él. Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? "Los que esperan en el Señor tendrán nuevas
fuerzas" (Isaías 40:31). El águila se remonta hacia lo alto tan directamente que los poetas la han imaginado como muy amadora del sol.
Así hace el alma que aguarda a Cristo.
II. LA PALABRA DE CRISTO AL ALMA SOBRE ÉL RECOSTADA
1. "Te desperté" (Cantares 8:5). Recuerda al creyente su estado natural. Toda alma que está ahora en Cristo hubo un tiempo que era como una joven virgen
abandonada (Ezequiel 16), abandonada en el ancho campo. "He aquí que en iniquidad he sido formado" No
olvides nunca lo que tú eras. Si en algún momento olvidaras lo que tú eres, ten por cierto que tu corazón no seria correcto ante Dios; estarías equivocado. Observa cuándo viene la
contrición. Cuando tú estás recostado en Cristo, entonces Él te habla de tu pecado y miseria (Ezequiel 36:31).
2. Jesús te habla de su amor: "Yo te
desperté" .Él mismo es el manzano, colocado en todas partes, ofreciendo sombra y fruto. "Yo te desperté". Cristo no
solamente nos da su protección, sino que nos guía a ella. "¡A Él sea la gloria!". ¿No hay aquí nadie que se sienta como una infante, como la moza abandonada de
que habla Ezequiel? Vuelva su mirada a Cristo. Sólo Él puede despertar su alma y levantarle de debajo de manzano.
III. EL ALMA APOYADA EN CRISTO CLAMA POR LA GRACIA
ININTERRUMPIDA.
"Ponme como un sello"
(Cantares 8:6). Señal e indicación segura
de la obra que la gracia realiza en nosotros es que siempre deseamos más. El sumo pontífice de la ley mosaica tenía un bello pectoral (y Cristo también lo tiene) adornado con
joyas: "Hazme una de ellas" es la oración del creyente. Tenía también una joya en cada hombro: "Hazme también una joya para ti" es asimismo su petición. Las joyas
estaban engarzadas con cadenas de oro, y el
creyente lo está con cadenas de amor. Este anhelo es un verdadero indicio de la gracia que obra en los creyentes. Si estáis satisfechos estando donde ahora os encontráis,
si no tenéis ningún deseo de mayor proximidad a Dios, o hacia la santidad, es una clara señal de que no tenéis nada.
"Escóndeme más íntimamente, estréchame más fuertemente, guíame, Señor, más completamente".
1. El amor de Cristo es fuerte como la muerte. La muerte es
trágicamente fuerte. Cuando viene sobre un joven, éste se le rinde, y lo mismo sucede cuando llama a un anciano. Así es el amor de Cristo.
2. Duro y absoluto, como el sepulcro. La tumba no dará, no
devolverá sus muertos, ni Cristo dará, ni permitirá que se pierda lo suyo. ¡Oh, pedid que este amor os constriña Es ardiente como las brasas del infierno, brasas de
fuego que no se apagarán nunca. Tú has de hacer tu elección, querido amigo, de entre dos fuegos eternos. "Quién nos separará del
amor de Cristo?" (Romanos 8:35). No lo apagarán las muchas aguas, ni podrán tampoco las
aflicciones(Cantares 8:7).