Río Guadalete (Jerez)
III. Cómo reaccionar
Cuando sobreviene la sequía del alma la reacción puede ser muy negativa, pero también puede ser saludablemente positiva. En el primer caso, se corre el peligro de abandonar la fe que se ha profesado antes, quizá durante años. Semejante decisión equivale a un suicidio espiritual. En la reacción positiva el creyente decide perseverar en su vida cristiana a pesar de todo (dudas, problemas de fe, experiencias torturadoras. decepciones,etc.). Y hace bien. En cualquier momento, inesperadamente, la sequía puede cesar. Dios puede enviar en el momento oportuno una lluvia vivificadora mediante una lectura, un culto, una conversación, un acto de servicio cristiano, una meditación inspirada por el Espíritu Santo, una manifestación clara del cuidado amoroso de Dios o simplemente haciendo desaparecer las causas, espírituales, físicas o anímicas, que habían originado el tiempo seco.
La reacción positiva tiene dos manifestaciones:
1. Confianza en Dios
Pablo nos asegura que “el que comenzó en vosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6). No menos inspiradoras son las palabras de Jeremías: “Bendito el varón que confía en Jehová, porque será como el árbol plantado junto a las aguas...y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” ¡Promesa reconfortante! Difícil de creer, quizá pensarán algunos. ¿Cómo es posible que se cumpla en plena aridez del espíritu?
Debemos discernir entre nuestra apreciación subjetiva de una situación (lo que yo pienso, lo que siento) y la realidad objetiva que sólo Dios conoce de modo perfecto.
Nosotros a menudo vemos, como Don Quijote, gigantes donde sólo hay molinos de viento. Haríamos bien en recordar el principio señalado por el apóstol:” Por fe andamos, no por vista” (2ª Corintios 5:7). Ni por sentimientos. La fe se apoya no en sensaciones sino en la realidad de todo lo que Dios es y hace. Mi sequía no agota los depósitos de la gracia de Dios. Ni su amor. Ni su poder renovador. “Él transforma el desierto en estanques de aguas, y la tierra seca en manantiales” (Salmo 107:35).
2.Resistencia a toda costa
“Resistid al diablo y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). En la Torre de Constanza (Francia), donde creyentes hugonotes sufrieron y murieron por su fe, todavía hoy puede leerse una palabra impresionante grabada en una piedra: “Resistez” (resistid). Y aquellos héroes de la fe resistieron a pesar de sus sufrimientos. Deberíamos nosotros hoy ser imitadores de su entereza perseverante. La resistencia debemos mantenerla sin abandonar ninguna de nuestras defensas: lectura de la Biblia, oración, asistencia a los cultos, conducta cristiana, compromiso en una vida de servicio.
A la par que resistimos, haremos bien en unirnos al canto de aquel bello himno: “Tentado, no cedas; ceder es pecar. Te será fácil luchando triunfar”. Y esto sin hacer demasiado caso de los periodos de sequía. Si amamos al Señor, PASARÁN. Y volverán los días en que diremos con Isaías: “He aquí Dios es mi salvación; confiaré y no temeré, porque mi fortaleza y mi canción es el Señor, quien ha venido a ser mi salvación” (Isaías 12:2). Si es así, “sacaremos con gozo aguas de las fuentes de la salvación” (Isaías 12:3).
José M. Martínez
Pensamiento Cristiano
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"Como el ciervo brama por las corrientes de las
aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo".
(Salmo 42:1-2)