Día 6 de
mayo
“Siendo Abram
de noventa y nueve años, le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el El-Sadday; anda delante de mí y sé perfecto. Y haré mi pacto entre mi
y ti, y te multiplicaré en gran manera” (Génesis 17:1-2).
Muchos cristianos anhelan recibir grandes bendiciones del Señor de forma inmediata e
incondicional. Al no ocurrir según el deseo de sus corazones, se desaniman pensando que -posiblemente- Dios se ha olvidado de ellos o éstas no eran para sus vidas. Pero estos creyentes ignoran
algo muy importante: todas las promesas dadas por Dios a su pueblo estaban condicionadas a su fidelidad, santidad y perfección. Abram tuvo
que esperar 25 años para gozarse con el cumplimiento de la promesa dada por El-Sadday sobre el hacer de él una nación grande (Génesis 12:1-4). La primera
piedra de este edificio de Dios sería el nacimiento de su hijo Isaac a una edad muy avanzada: “Y era Abraham de cien años cuando nació Isaac su hijo” (21:5). ¡Cuántos pensamientos y dudas dominarían el corazón de este siervo de Dios durante este largo tiempo de espera! Pero, al mismo tiempo, ¡cuánto tuvo que cambiar Abram en su relación con Dios!
Jehová espera dos cosas imprescindibles de cada uno de nosotros antes del cumplimiento de
las promesas contempladas en su pacto eterno: que andemos delante de Él y que seamos perfectos. (17:1-3). Andar delante de Él significa que no debemos caminar orgullosamente adelantados, ni
negligentemente atrasados, sino a su paso, a su lado, en su tiempo, conscientes de que nos puede ver y proteger dentro del Lugar Santísimo. Es la presencia prometida por Dios a su siervo
Moisés (Éxodo 33:14). En cuanto a la segunda demanda de Dios, ser perfectos, es una clara evidencia de vivir delante del
Señor, ya que nadie puede poseer esta perfección por sí mismo: “Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino”
(Salmo 18:32).El apóstol Pedro escribe: “...él mismo
os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1ª Pedro 5:10).
Amado hermano, es posible que tu vida esté transcurriendo en la misma dirección que la de
Abram antes de la aparición de Jehová (17:1-2). Se deduce por su propio testimonio
que Abram no había estado caminando siempre delante del Señor, ni tampoco era
perfecto en su andar como elegido de Dios . Es evidente, que estuvo más atento en
complacer a su esposa Sarai, siguiendo sus indicaciones contrarias a las promesas de Dios y a la santidad y obediencia (16:1-4), que viviendo una vida espiritual agradable ante los ojos de Jehová. Lo muestra su descenso -falto de fe en la provisión de Dios- a la impía Egipto y la posterior
decisión -temerosa y egoísta- sobre su hermosa compañera ante los deseos impuros de Faraón (12:10:20).
Ante esta meditación, debes preguntarte: ¿Me encuentro andando delante del Señor
con un corazón perfecto? (J. Mª V. M.)
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Día 7 de mayo
El mayor peligro para el
rebaño de Cristo: los pastores
asalariados
“Alza tus ojos, y mira a los que vienen del
norte. ¿Dónde está el rebaño que te fue dado, tu preciosa grey? (Jeremías 13:20).
En estos últimos tiempos, las ovejas del Señor están muy expuestas al peligro de hombres
que, utilizando fraudulentamente el nombre de Jesús, las engañan, maltratan y dispersan. Cada día recibimos noticias de daños causados por falsos pastores, de asalariados, que traen dolor,
sufrimiento y división a hermosos rebaños de almas cuyo único Dueño y Señor es el Principe de los Pastores, el que “como cordero fue llevado al matadero; y
como oveja ante los que las trasquilan estuvo muda, y no abrió su boca” (Isaías 53:7) ¡Ese fue el precio pagado por sus ovejas, porque "el buen pastor su vida da por las
ovejas" (Juan 10:11)! Ya el apóstol Pablo advertía seriamente de este peligro a los pastores de Efeso reunidos en Mileto: " Yo sé que, después de mi partida, se
introducirán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño" (Hechos 20:29). A estos lobos rapaces vestidos de ovejas no les importan las ovejas, porque no son suyas, como dice el mismo Jesús: "Pero el asalariado, que no es el pastor, de
quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y, abandonándolas, huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa" (Juan 10:12).
Un discípulo de John Wycliffe
(1320-1384), el “lucero del alba de la Reforma en Inglaterra”, solía recordar con frecuencia una predicación de este ungido
varón de Dios, en la que exponía cierta experiencia vivida en sus continuos viajes por el distrito de Leicestershire y alrededores. “Cabalgaba una mañana cerca
de Lutterworth, su última residencia pastoral, cuando al pasar cerca de un estrechamiento del camino divisó algo que le horrorizó: en un prado
cercano a una frondosa arboleda yacían varias ovejas bañadas en sangre, semidestrozadas, mientras otras se habían dispersado presas del miedo. Intentó encontrar al pastor de aquel rebaño -al que
conocía de anteriores ocasiones-, pero éste había huido ante la presencia de un grupo de lobos hambrientos, dejando a las ovejas indefensas. Esta escena impactó grandemente el corazón de
Wycliffe, llevándole a meditar sobre algunos textos bíblicos donde el Señor advierte a su iglesia sobre los falsos pastores”. Siguió diciendo este anciano discípulo:“Jamás olvidaré aquel poderoso sermón, ni su voz firme y, al mismo tiempo, trémula por la emoción. Él siempre repetiría al recordar
aquel hecho: Ardo en deseos de encontrarme con este falso pastor, y preguntarle: “¿Dónde está el rebaño que te
fue dado, tu hermosa grey?” (Jeremías 13:20).
Amados, el Señor me ha mostrado que su justicia no se retarda sobre estos pastores:
“¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño! dice Jehová. Por tanto, así ha
dicho Jehová, el Dios de Israel, a los pastores que apacientan a mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, y las espantasteis y no las habéis cuidado. He aquí yo castigo la maldad de vuestras obras, dice Jehová” (Jeremías 23:1-2). Sigue
exhortando la Palabra: “¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! Coméis la grosura,
y os vestís de la lana; sacrificáis la engordada, más no apacentáis a las ovejas. La perniquebrada no curasteis, ni volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida,
sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia. He aquí que yo estoy contra los pastores; y requeriré mis ovejas de su mano, y nos los dejaré apacentar las
ovejas...Yo protegeré a mis ovejas y nunca más serán para rapiña”( Ezequiel 34:2,10,22). ¡¡Hermano,
no olvides nunca que Jehová es tu pastor; Él te ama con amor eterno y consolará y fortalecerá tu corazón dañado por estos falsos pastores al servicio de aquel que solo viene "para hurtar y matar y destruir" (Juan 10:10)!!
(J. Mª V. M.)
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Día 8 de mayo
“Entonces, Samuel dijo: Habla, porque tu
siervo oye” (1º Samuel 3:10).
Debido al gran ruido y confusión que se cierne sobre la Iglesia de Jesucristo en todo el
mundo, fruto de un fuerte intrusismo ministerial por parte de los pregoneros del modernismo y del ecumenismo, los creyentes necesitan aprender a escuchar la voz del Señor, el verdadero Evangelio de la Gracia de Dios. Para ello, es necesario guardar silencio ante Jehová, callando ante
su presencia dentro del Santuario (Zacarías 2:13), porque si no guardamos reverente silencio, el Espíritu Santo no hablará a nuestros corazones
y no nos guiará a toda la verdad completa (Juan 16:13). El apóstol Juan advierte: “Amados, no creáis a
todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1ª Juan 4:1). Sabemos que
desde muchos púlpitos cristianos, ellos están hablando al rebaño de Jesucristo, introduciendo “encubiertamente herejías destructoras...(y
seduciendo) a las almas inconstantes ” (2ª Pedro
2:1,14). También sabemos “que muchos engañadores han salido por el mundo” (2ª Juan
7) pero. sobre todo, igualmente sabemos que para ellos “está reservada eternamente la oscuridad de las
tinieblas” (Judas 13).
Con el fin de que nadie sea engañado por medio de palabras persuasivas, el creyente debe
conocer y experimentar tres cosas fundamentales para su vida espiritual: Saber escuchar la voz de Dios, callar ante su presencia y obedecer su Palabra. Sin estos requisitos nadie podrá encontrarse caminando dentro de la voluntad de
Dios, sino viviendo una engañosa parodia de la vida cristiana. Hay quienes no disciernen ni aceptan la grave advertencia del Señor Jesucristo: “No todo el
que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de
maldad” (Mateo 7:21-23).
Amado hermano, debes asumir que no siempre conocemos ni escuchamos la voz de Dios. Por
ello, necesitas aprender a escucharle en silencio,sin tener en cuenta otras voces que resuenan a tu lado. Al profeta Elías Jehová le mostró que Él no estaba en el viento, ni el terremoto,
ni en el fuego, sino en el silbo apacible y delicado (1º Reyes 19:11-13). Tampoco olvides lo que dice Jesús respecto de sus ovejas -y
tú eres una de ellas-: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”
(Juan 10:27). Como oveja dada por el Padre a su Hijo, has de esforzarte por percibir el sonido de su voz en medio de los falsos balidos y, calladamente,
seguir en obediencia y fidelidad a tu Pastor: Él ha prometido darte seguridad
y vida eterna . (J. Mª V. M.)
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Día 9 de mayo
La bendición del silencio en la presencia de
Dios
“Guarda silencio ante Jehová, y espera en él”(Salmo 37:7)
Todos somos
conscientes de que vivimos en una sociedad invadida por el ruido. En las calles, en los establecimientos públicos, en lugares de reunión, en los hogares, etc., soportamos la presencia
indeseada del estridente y desapacible ruido que nos acompaña en todo lugar y ocasión. Para muchos es algo normal, cotidiano, pero para unos pocos esta contaminación acústica se
constituye en una pesadilla insufrible e insoportable de la que difícilmente podemos alejarnos.
Pero lo que sí resulta verdaderamente
injustificable es que en los propios lugares de culto evangélicos se confunda el sonido o silbo apacible y delicado donde
de Dios se mueve en medio de nosotros (1º Reyes 19:11-12) con una ruidosa
“alabanza” que impide a todas luces comunicarse con el Señor en el Lugar Santísimo. Algunos líderes de alabanza consideran -erróneamente- que el elevar el sonido hasta límites
insoportables ayuda a que la Iglesia se eleve, asimismo, en espiritual alabanza y adoración. Nada mas lejos de aquella suave y hermosa alabanza que el alma necesita ofrecer ante el
altar de Dios(Salmo 147:1). De
esta manera lo entendió el ungido siervo de Dios Carlos H. Spurgeon: “La adoración verdadera no es el sonido tumultuoso que se repite por labios clamorosos, sino es el
silencio profundo de una alma que se abraza a los pies de Jehová.”
En segundo lugar, hermanos amados, cuando la Iglesia se encuentra
reunida en la presencia de Dios el silencio es fundamental para escuchar su voz. Debemos hacer callar todo ruido dentro y fuera de nosotros. Él siempre desea comunicarse con sus hijos
y hablar a nuestros corazones. Para poder escuchar su voz debemos desearle con todo nuestro ser y adoptar una actitud interior de quietud rendida ante su gloriosa
presencia. En el silencio es Dios el que toma el principal protagonismo, no nosotros. Al callar, la dulce experiencia con
Él se manifiesta en maravillosa sintonía. En el silencio, ante Jehová, cobijados bajo sus alas, nuestra alma es saciada con el torrente de sus delicias (Salmo 36:8). El propio Hijo de Dios buscaba en la soledad silenciosa, apartada, la reconfortante comunión íntima con su Padre. En este silencio su alma
encontraba la más intensa y dulce ayuda en su caminar hacia la cruz. Cristo, de rodillas ante el Padre, se olvida de sí mismo, de los ruidos que le rodean por doquier, de su propia
existencia, y pone su mirada en el Cielo, de donde vendría su socorro y fortaleza.
Querido hermano, al igual que ocurrió con Jesús, debemos buscar el
silencio del desierto para encontrarnos con el Padre. Dios, por medio del profeta Oseas nos dice: “He aquí que yo la atraeré al
desierto, y hablaré a su corazón” (Oseas 2:14). No te resistas
cuando seas atraído amorosa-mente por medio del Espíritu Santo a la presencia de Dios. Huye de los ruidos que intentan hacer callar la invitación del Señor. ¡Olvídate
de todo, de todos, y aún de ti mismo y busca la silenciosa soledad con el Amado!
(Jesús Mª Vázquez Moreno)
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